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IES Número 5 (Avilés) - 4º de ESO
La adolescencia de mi abuelo
Se me hace extraño hablar sobre esto. Cuando yo nací mi abuelo ya tenía 57 años y, en fin, no es que sea una cifra muy cercana a su adolescencia. Durante una hora estuvo contándome anécdotas, historias, e incluso cómo llegó a conocer a mi abuela y cómo acabó enamorándose de ella.
Nació el 19 de enero de 1946 en León, pero tras la muerte de su padre cuando él tenía tan sólo 8 meses, su madre decidió enviarle con su abuela paterna a Candamo, aquí, en Asturias. Eran otros tiempos, no había ni agua ni electricidad, por lo que para beber y lavarse iban a una gran fuente o al río, y para iluminarse dentro de la casa utilizaban un candil.
En la escuela los niños y las niñas iban separados. A los niños un maestro les daba clase, y a las niñas la maestra era quien las educaba. Pero cuando uno de ellos faltaba, niños y niñas tenían que juntarse en una misma clase. Así comenzó todo.
A los 14 años mi abuelo salió de la escuela y entró como aprendiz de Ensidesa el uno de octubre de 1960. Ahí se mantuvo durante tres años, cursando el cuarto y último en el departamento de mantenimiento mecánico del puerto de Avilés. Tras ello tuvo 43 años de vida laboral, pero eso ya es otra historia.
El dinero no abundaba y había poca variedad en las prendas que los jóvenes llevaban. Pero eso no era tan importante como a día de hoy. En fiestas y en bodas se solían llevar trajes de corte, y en el día a día no había muchos modelitos que elegir. Como curiosidad, deberíamos saber que los niños y niñas, como medida para evitar mojarse por la lluvia, utilizaban un saco de capirote para cubrirse la cara y la espalda.
A los adolescentes de la época se les inculcaba un gran respeto a los adultos desde bien pequeños y la educación ante ellos se consideraba prácticamente el valor más importante que se podía tener.
El cortejo en aquellos tiempos era muy distinto a como es hoy. Se limitaba a miradas en clase y a hablar y estar juntos durante las misas de los domingos. En 1963 hubo un baile en Ventosa, un pueblo cercano, donde iban los jóvenes de 17-18 años.
He llegado a la conclusión de que los tiempos cambian mucho, y me ha encantado darme cuenta a través de las palabras de mi abuelo quien para mí desde muy pequeño ha sido una grandísima referencia y alguien a quien siempre he podido contarle mis confidencias y me ha dado unos consejos valiosísimos.
Álvaro Palacio García